Características principales del matrimonio


EL MATRIMONIO ES INSTITUCIÓN DE DERECHO NATURAL

Ya se ha señalado que la familia es anterior al Estado, luego el matrimonio no es una creación del Estado, sino anterior a el, e independiente del Derecho Positivo Civil, que sólo debe regular sus efectos en dicho plano jurídico.
Ya queda dicho más arriba, con el testimonio de notables e imparciales sociólogos, y con la confirmación de la lógica más evidente, que la formación misma del Estado supone la previa organización de la familia sobre bases estables, sobre un matrimonio substancialmente distinto del Estado de promiscuidad sexual en el que han caído algunos pueblos salvajes.
Además las observaciones de los etnólogos y antropólogos confirman la primacía histórica del matrimonio y su existencia universal, en el tiempo y el espacio. Las tradiciones de todos los pueblos, corroboran los datos de la ciencia positiva

Y los documentos más antiguos de la humanidad, como los libros de los Vedas y la Biblia, al igual que la historia documentada de otros pueblos más modernos como los griegos y los romanos cuyos momentos escritos de todos modos se remontan a los siglos VII y X antes de Jesucristo, confirman también el carácter natural del matrimonio.
Desde otro punto de vista, valga la observación de que aún entre los animales existe cierto orden de las relaciones sexuales, regulado por el instinto, y en el hombre, dotado de razón y de voluntad libre, ese orden debe ser más perfecto.
Mientras más poderosas son las fuerzas de la creación, más admirable orden se descubre en ellas. Y el hombre con su inteligencia y voluntad es el dominador de este mundo, pero también laten en su ser fuerzas de pasión capaces de dominarlo y de destruirlo. Si no existiera un orden superior, independiente del libre querer del propio hombre, y vinculado a la vez con su propia naturaleza, esas serían las únicas fuerzas de la naturaleza no reguladas por la ley natural.

Por otra parte, el destino natural del hombre es muy superior al de los brutos. Esta llamado al progreso, al perfeccionamiento, al dominio del mundo, lo cual exige también un mayor orden en su vida. Y si consideramos el destino sobrenatural del hombre, entonces estos argumentos adquieren una fuerza incontestablemente superior.
Es, pues, necesario admitir que el matrimonio esta regulado por el Derecho Natural, que es una institución de Derecho Natural, no una invención arbitraria de un legislador humano. Por eso el matrimonio tiene cualidades esenciales inmutables, y unos fines igualmente invariables.
La complementariedad de los sexos no es solo física sino también moral, la imposibilidad de que subsista la especie sin esa correlación, la fragilidad del niño, y sus cualidades y aptitudes de aprendizaje, la capacidad de colaboración de los hombres, etc., indican sin lugar a dudas, los fines connaturales del matrimonio: la conservación de la especie, el perfeccionamiento del individuo y el remedio de sus debilidades: procreación, educación y auxilio mutuo.

El cumplimiento más perfecto de los fines exige a su vez que el matrimonio esté dotado de unidad y de indisolubilidad, a las que se oponen la poligamia, la poliandria y el divorcio.
Sería largo y árido examinar los argumentos biológicos y sociológicos que demuestran como la procreación es difícil, y en casos extremos imposible, sin respetar la unidad del matrimonio que excluye la poligamia, la poliandria y la promiscuidad sexual, y la indisolubilidad que tutela la permanencia del vinculo.
De observación empírica más fácil es el hecho de que sin las cualidades esenciales el matrimonio es prácticamente ineficaz para la realización de sus otros fines, no menos importantes. En efecto ¿Qué educación cabe cuando los padres no pueden conocer con certeza cuales son sus hijos? ¿Qué educación puede dar la madre que es esclava de los caprichos del hombre, que carece de autoridad de reina del hogar y no es sino una de tantas? ¿Qué educación será posible en un ambiente de desorden, de pasiones, de confusión? y, ¿Qué auxilio mutuo cuando las relaciones son fugaces, cuando no existe seguridad de permanencia, cuando uno de los cónyuges puede ser abandonado lícitamente (por el divorcio)en cualquier momento

es decir, cuando seguramente será abandonado cuando más necesita de apoyo, cuando la enfermedad, la vejez o cualquier desdicha o capricho le hagan más indigente y menos deseable?

La educación es la continuación y coronamiento de la procreación. El hombre abandonado a sus instintos, sin el auxilio de sus semejantes, en poco se diferencia de los animales; ahora bien, los llamados por la fuerza misma de las cosas a desarrollar el germen de perfección humana de un ser, son primeramente quienes pusieron el cimiento de su ser corpóreo.
Y quienes están llamados a tan alta colaboración no pueden desentenderse mutuamente como extraños, tanto mas cuanto que les une un vínculo poderoso puesto por la naturaleza para ayudar al cumplimiento de sus fines: el amor. Aquella finalidad de la ayuda mutua, exige frecuentemente renunciamientos heroicos, nobilísimos sacrificios, es obligación que se vuelve mas apremiante en el desvalimiento, en la enfermedad y en la pobreza y la desgracia y todas las miserias humanas. Pero ¿qué cosa más razonable que quienes se aman, que quienes deben amarse se sacrifique el uno por el otro?

Evidentemente solo el matrimonio unitario- entre un solo hombre y una sola mujer-, e indisoluble- por toda la vida-, es el dispuesto por la naturaleza del mismo hombre para satisfacer perfectamente los fines intrínsecos del mismo matrimonio: procreación, educación, ayuda mutua.
Por esos, hasta los instintos y las tendencias humanas- cuando no están artificiosamente corrompidas-, impulsan hacia ese sano tipo de matrimonio. Además, la índole misma del amor es la de una entrega plena, absoluta, incondicional que no admite, pues, distribución, participación, ni limite de tiempo.
El hombre halla en el ser amado el complemento de su ser y a su vez se considera parte integrante del ser amado. Todo lo que rompe esta perfecta compenetración dispuesta por la naturaleza, sea permitiendo la unión de un hombre con varias mujeres, o viceversa, es lógicamente contrario a la esencia del amor- fundamento del matrimonio-, contrario, pues, al Derecho Natural. Igualmente contrario al sentido profundo del amor, es la provisionalidad del matrimonio introducida por el divorcio.